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Violadores al acecho en Cataluña

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La chica que, a las seis de la mañana del pasado 16 de marzo, acudió a la estación de Renfe de Blanes (Girona) como cada día para ir al trabajo, habría tenido mejor suerte si no hubiese abandonado el recinto. Pero ella no quiso fallar a un hombre que, abrigado con cazadora oscura y bufanda, entró en la vacía sala de espera pidiendo ayuda: se le acababa de perder el perro, decía.

Para buscarlo, ella salió de la estación. A no más de 40 metros de la puerta había otro sujeto esperando, también vestido con ropa oscura. Entre los dos la empujaron y la tiraron por tierra. En el forcejeo la magrearon y le rompieron el pantalón para quitárselo, pero ella se defendió con un spray irritante que le había dado su novio, policía local de una localidad cercana en la comarca de La Selva. Los dos hombres huyeron por un descampado, hacia el río Tordera. Habían actuado con osadía: cerca de la estación está el cuartel de la Guardia Civil

En el Hospital Comarcal de Blanes, los médicos le describieron a ella golpes en la espalda, arañazos y destrozos en la ropa. La chica relató que sus agresores eran magrebíes y jóvenes. Su búsqueda fue en vano.

De las 48 agresiones sexuales graves que, desde el invierno, ha registrado interviú en Cataluña con el relato de mossos d’Esquadra y policías locales, esta es una de las más representativas por el lugar, la hora y el perfil del agresor.

Cuándo

El 19 de diciembre de 2016, pasaban ya las dos de la tarde cuando L. C. se decidió por fin a marcar el teléfono de los Mossos d’Esquadra. Esa mañana, hacia las nueve, había cogido un taxi para ir de Barcelona a Badalona. En el trayecto, el taxista le dedicó piropos. De repente, sin soltar el volante, echó una mano atrás, le quitó un zapato y empezó a acariciar su pie. Desde que terminó la carrera, y durante toda la mañana, estuvo ella dudando de llamar a la policía. Al fin y al cabo, no sabía quién era el taxista… hasta que recordó que le había pagado con visa.

El chófer es el mismo que, un mes después, describió una joven víctima. De madrugada, muy bebida, paró un taxi en la puerta de la discoteca Opium de Barcelona. El conductor le hizo tocamientos.

En marzo pasado los mossos detuvieron a un taxista colombiano. Le atribuyen cinco agresiones graves. Tres de sus presas son extranjeras. Las cazaba en zonas de copas, de madrugada, la hora preferente para las agresiones.

A las seis y veinte de la mañana del 26 de marzo, Alexia S. pidió auxilio a la Policía Local de Blanes –es una de las localidades de Cataluña con más agresiones sexuales en relación a su tamaño– porque “un chico negro” vestido con cazadora militar la había agarrado por el cuello exigiéndole que le besara; si no, agrediría a su novio. Los hechos ocurrieron en la discoteca Arena. El agresor fue detenido.

Quiénes

En este caso de Blanes los agentes tuvieron suerte. “Lo que más nos encontramos son chicas que van al hospital y luego quedan ‘Pendientes de Denuncia’ –relata un veterano del área de Seguridad Ciudadana de la policía catalana–. Muchas no lo cuentan. A menudo son muy jóvenes, y creen que no ganan nada denunciando”.  | Sigue leyendo.


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