
Hace pocas fechas que Luis R. Aizpeolea, uno de los periodistas que mejor conoce los entresijos del proceso que llevó a ETA al abandono definitivo de las armas y todos sus antecedentes, recordaba que cuando el semanario Time quiso narrar los años del plomo eligió Rentería como icono de la violencia. Y sentenciaba: “Lo fue junto con Hernani, referente de Fernando Aramburu para su novela Patria”.
En este municipio guipuzcoano de 40.000 habitantes fueron asesinadas 21 personas por ETA, pero también murieron otras dos a manos de grupos parapoliciales y cinco por disparos de las Fuerzas de Seguridad durante la Transición, sin contar los innumerables actos de kale borroka y denuncias por torturas. Con este sangriento historial a las espaldas, la división vecinal era un corolario inevitable en la antigua Rentería.
Ahora, casi 60 años después de la fundación de la banda y de la mano de un alcalde de Bildu, se ha transformado en símbolo de la reconciliación con un histórico homenaje a víctimas de ETA promovido por el Consistorio. Claro que quedan rescoldos y nostálgicos como los que se manifestaron con pintadas de repudio al PNV por su apoyo a los Presupuestos del Estado, de los que tan buena tajada ha sacado Euskadi. Pero, como la paz, a pesar de los obstáculos y de los fanáticos cerriles, la convivencia entre distintos se va abriendo paso. Bienvenida la nueva Rentería.| Sigue leyendo.