
Cuando vi a los guardias civiles pegando golpes a los que querían votar el 1-O, se me removieron muchas cosas por dentro. Quiero pensar y creer que mi padre nunca hubiera hecho eso a gente como yo, que soy catalana y lucho por la independencia”. Lo cuenta por teléfono Anna Chincoa, y ruega que se guarde el anonimato de su imagen. Su padre era el agente del instituto armado Juan Chincoa Alés y murió junto a su mujer, y madre de Anna, Nuria Ribó Parera, el 29 de mayo de 1991 en el atentado de ETA contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Vic (Barcelona). “La niña, como aún la seguimos llamando, tenía entonces veinte meses y sobrevivió gracias a que un armario la protegió de los escombros. La encontró mi marido, a los pocos minutos de la explosión, llorando con el chupete en la boca”, recuerda su tía María Angels Ribó, quien desde el primer momento se hizo cargo de la custodia de aquella bebé que acababa de quedarse huérfana de padre y madre.
“La criamos junto a mis dos hijos, de edades parecidas. Son como hermanos. Con el mayor incluso comparte la misma colla (pandilla)”, dice Angels. A sus 52 años, esta auxiliar de enfermería casada con Joaquim, empleado en una funeraria de Vic, tiene el ánimo tan hecho a los golpes como su chaleco de cuero de motera, en el que luce con orgullo “la senyera y la bandera española, porque en el Rebels somos de todas partes”. Se refiere al Club Motero Rebels, con más de trescientos miembros distribuidos por toda España.
Del atentado recuerda con frialdad cómo los últimos cuerpos en ser rescatados fueron los de su cuñado y su hermana, “bajo los restos del coche bomba que usaron para hacer volar el cuartel” (ver recuadro en página anterior). Dieron con ellos a las tres de la madrugada, ocho horas después de la matanza. “Apenas tardaron en hacer las autopsias. Mi padre, que también trabajaba en la funeraria, se hizo cargo de acondicionar los cadáveres. Los enterramos a las cinco de la tarde del día siguiente, cuando llegó la familia de Juan, que era de Sevilla”.
Anna Chincoa ha viajado muchas veces al barrio sevillano de Torreblanca a ver a su abuela por parte de padre. “A la niña le gustaba mucho saber qué música escuchaban sus padres, sus gustos, conocer cosas de su pasado. Aún guardamos una cinta de ‘Los Chichos’, que era la que estaba puesta en el coche de sus padres, aparcado junto al cuartel aquel día”, recuerda Angels. La abuela sevillana murió hace dos años y la relación actual de Anna con el resto de la familia andaluza, sus primos y tíos, es un fiel reflejo del estado de la cuestión catalana: “A veces, la hermana de mi padre cuelga cosas en las redes sobre el asunto que prefiero no comentar. Pienso, por ejemplo, en si estará de acuerdo con la actuación de la Guardia Civil el día del referéndum, pero prefiero callarme. Estos temas es mejor no hablarlos con ellos”, dice la joven. Y añade: “Tengo el corazón partido. No quiero cogerles odio". | Sigue leyendo.