
El 6 de abril de 1977, el joven argentino de 30 años Mario Díaz Moscardó, descendiente de españoles, dejó de ser él para convertirse en un desaparecido más. Ese día, varios hombres aparcaron dos coches Ford –habitualmente utilizados por los llamados “grupos de tareas” de la dictadura argentina para sus secuestros– frente a la fábrica petroquímica en la que Mario trabajaba como contable. Tras identificarse como policías, lo levantaron de su escritorio y se lo llevaron. Ni su familia ni sus compañeros lo volvieron a ver nunca más.