
Nos tratan como a salvajes; nadie nos defiende ni se interesa por nosotros. Este barrio no conoce la democracia. ¿Dónde está el alcalde o el presidente de Melilla para hablar y solucionar nuestros problemas? Cuando la gente protesta, no es por gusto. ¿Quién no prefiere vivir en paz?”, pregunta Mustafá, padre de cuatro hijos y vecino de la Cañada de Hidum (12.000 habitantes, con mayoría musulmana). El también conocido como la Cañada de la Muerte es el barrio más grande y marginal de Melilla, una ciudad de cuyos 86.000 habitantes la mitad es musulmana.
En casa de Mustafá viven diez personas y solo entra un sueldo, el suyo. En este distrito, el paro, la droga, el fracaso escolar, la inmigración, el analfabetismo (54 por ciento) y la pobreza se suman al abandono institucional.
El hartazgo por la falta de oportunidades y atención se transformó en ira el 10 de enero, cuando jóvenes y menores del suburbio levantaron barricadas y se enfrentaron a la policía. Se acababa de publicar la lista de los 200 melillenses seleccionados por la Delegación del Gobierno y el Ayuntamiento para trabajar en los planes de empleo público. Estos puestos dan trabajo durante seis meses y se pagan con salarios que rondan los mil euros. Los elegidos mantienen los jardines y limpian los solares o el cauce del río de Oro.
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