Las “reflexiones” salidas del ordenador del fiscal Pedro Horrach sobre la mejor estrategia de defensa de la infanta Cristina, constituyen un auténtico manual para salvar del banquillo a la hija menor del Rey; y la constatación a posteriori de que se ha cumplido al pie de la letra la hoja de ruta diseñada por el fiscal anticorrupción, al que corresponde perseguir los delitos y no proteger a los imputados, pone en tela de juicio su actuación y abona la tesis de una confabulación entre poderes del Estado.
Los consejos no se limitan a aspectos procedimentales sino que alcanzan a la forma de manejar el asunto por la Casa Real, a la que prescribe silencio para no “sulfurar” más a la opinión pública. Y es aquí donde Horrach comete su error capital porque, enfrascado en el diseño de maniobras jurídicas, olvida que “ganar la guerra” en este caso no es salvar del banquillo a Cristina de Borbón, sino preservar las instituciones de las personas que circunstancialmente las representan. Quienes creen que actuando así protegen la monarquía de Juan Carlos I, empezando por el Rey y terminando por el fiscal, no hacen otra cosa que socavar la monarquía de Felipe VI.
Como escribió Zygmunt Bauman, “una de las características medulares de la época posmoderna es que el Estado ya no tiene capacidad de liderazgo espiritual, incluyendo el liderazgo moral” (Ética posmoderna). El “calvario” de la Infanta es cosa menor comparado con el viacrucis cotidiano de los ciudadanos y la responsabilidad de quien sigue figurando en el orden de sucesión de la Corona no es de mera índole jurídica ni particular porque no todos somos yernos del Rey .
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¿Salvar a Cristina de Borbón o a Felipe VI?
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