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Con más trapos que estilo

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Hemos dejado un rato largo de mirones, antes de hacer la crónica de corte y confección de los Goya, porque la mujer no caduca, y la sastrería de fiesta tampoco. Y resulta que nos sale lo que ya habíamos sospechado, de arranque: la más elegante era Ana Belén. Es. Ana Belén escogió un traje negro, de Giorgio Armani, dejando un hombro al aire, en una asimetría de sorpresa que era la elegancia plena. Ana Belén suele acertar siempre, pero la otra noche acertó más, porque apostó por la complejidad de la austeridad, que nunca falla. Mayormente, si te llamas Ana Belén. En la otra punta, la contraria, quedó Claudia Pérez, que vistió un horror de trapo con hombreras que eran pelucas o pelucas que eran hombreras. En cualquier caso, es una manera de asegurarte la foto, porque aquí pillan siempre el cromo seguro las que van de transparencias, como Kira Miró o Blanca Suárez, y luego Aitana Sánchez-Gijón, porque es Aitana Sánchez-Gijón, que encima paseó un traje rojo firmado por Lorenzo Caprile, que es quien le hace triunfar siempre a la princesa Letizia, cuando hay fiestón de candelabro. Podríamos decir que Terele Pávez iba envuelta, antes que vestida, pero Terele es una actriz de poca coctelería, y un gran talento brusco y bárbaro, con lo que pasa bastante y va siempre de mendiga, o bruja, acierte o no acierte.
Clara Lago, que es una indescifrable morenía, y, por tanto, una apasionante morenía, se vistió de más, en una borrachera de brillos que lo mismo quedan muy bien en un certamen de guapas venezolanas, pero no aquí en la noche del glamour, que no sabemos muy bien lo que es, pero sí. Le pasó más o menos lo mismo a Macarena García, cuya juventud estallante iba reñida con el folclorismo de oros de un harapo fastuoso de Roberto Cavalli. He visto que en muchos sitios celebraban la elegancia de Blanca Suárez, que es una hermosura deslumbradora, pero que no iba elegante, porque se calzó una pieza de Elie Saab, que era un acierto de cintura para arriba, o bien un acierto de cintura para abajo, donde se transparentaban las piernas agosteñas y deseables de la actriz, que es la chica de moda. Quiero decir que el traje hacía dos Blancas, y las dos están bien, o muy bien, pero juntas no logran armonía. En los trajes largos, y de supuesta elegancia, hay que enseñar solo una pierna, sacando el violín suculento del muslo, y ya está. Algo similar ocurrió con el modelo elegido por Nathalie Jiménez, que dejaba una mordedura de cadera al aire. Ni bien, ni mal. Menos mal que aún nos queda Ana Belén.

Opinión, reportajes y humor en el número de la revista en PDF.


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