Qué difícil es ser político. Te crees llamado a gestas que perduren, con el pueblo aclamándote, y al final eres el pringado que cierra quirófanos. Algunos no se resignan, y buscan el hueco por donde meterse en la historia. Que hablen de uno, aunque sea bien. Es lo que le pasa a Artur Mas. Se empeñó primero en calentar la calle para que los gritos le llevaran en volandas a ese hueco en los libros por el que está dispuesto a matar (esperemos que en sentido figurado). Ahora se encuentra con que, por muchos gritos que haya, el camino es más inseguro que los de Indiana Jones y que le acabará arrollando el mismo calor de la calle que tanto propició. Solo le queda una salida: dado que no puede llevar a su pueblo a la tierra prometida, al menos que se convierta en mártir, que al fin y al cabo es un papel destacado en la película.
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