
En Gijón se esconde La Luna de Canuit, una finca rural a las afueras de la ciudad asturiana. La casa tiene todas las ventanas cerradas y las persianas bajadas. No necesita la luz del sol. Sus puertas solo se abren cuando cae la noche para crear un ambiente más íntimo. Para poder entrar en La Luna solo hay una regla: tener pareja estable y estar dispuesto a compartirla. “La palabra celos no existe entre nosotros. Es incompatible para los ‘swingers’” advierte uno de los asistentes.
Se trata de la Asociación de Parejas Liberales de Asturias, la primera y única agrupación en España que “representa a todas aquellas parejas con mentalidad liberal”, explica su presidente, que prefiere mantener el anonimato, ya que “este mundo está mal visto por la sociedad”.
En la entrada de la finca, el presidente y el vicepresidente de la organización reciben a interviú en la sala principal, animada con la proyección de una película porno. “Hay muchos locales liberales de intercambio de parejas. Nosotros, por el contrario, no somos un negocio. Somos una organización sin ánimo de lucro”.
Los integrantes de la pareja más joven tienen 32 y 35 años respectivamente. Ellos no se avergüenzan de nada de lo que hacen; sin embargo, también prefieren no desvelar su identidad, ya que aseguran que el relacionarlos con este mundo los puede perjudicar: “De nuestra familia no lo sabe nadie. El que se sepa puede afectar directamente en las relaciones personales y, sobre todo, al trabajo”, apunta ella, que explica como comenzó en este mundo: “Me lo propuso él. Yo no dije que no, pero el primer día que vinimos no pude cruzar la puerta por los nervios”.
A medida que la noche avanza, las parejas se juntan más entre ellas. Las mujeres se deshacen de sus ropas para quedarse en picardías, y los hombres comienzan a sacar sus armas de seducción del pantalón. La pareja joven es la que empieza animando al ambiente con una felación. Los demás no tardan en unirse. Una cama redonda iluminada con una pequeña luz roja en el techo y rodeada por varios espejos se convierte en el punto de reunión de las parejas. Mientras unos van más lejos, otros prefieren mirar mientras se tocan con sus acompañantes, o con los de otros.
Dos parejas vuelven al bar, donde recuperan fuerzas con una copa. Uno de ellos le pide un cigarro al otro hombre: “¡Cógelo directamente! Te cortas para pedirme un cigarro y te acabas de follar a mi mujer”, le contesta entre risas que comparten los cuatro. Una de las mujeres confiesa que a ella le costó más de lo habitual encajar en el ambiente: “Tardé seis meses en entrar en la zona oscura del local. Al principio no podía verle con otra mujer, ni yo estar con otro”. A lo que añade: “Tuve que desenamorarme de mi marido para disfrutar de verdad este mundo, y ahora soy feliz, pero aún me cuesta un poco verlo con otra, por eso cada uno hace lo suyo por su lado”.
La otra pareja que la acompaña tiene otra forma de disfrutar: “Nosotros todo lo que hacemos es juntos. Con otras parejas, pero siempre juntos” y es que en el mundo swinger hay mucha variedad. “También hay parejas que solo mantienen relaciones entre ellos, pero les gusta hacerlo al lado de otras parejas; es lo que se conoce como ‘ver y ser vistos’, eso les produce morbo”, apunta el vicepresidente de La Luna de Canuit.
SEXO Y CHISTES
“Suele ser el hombre el que da el primer paso para proponerle a su pareja entrar en este mundo liberal”, explica el presidente de la asociación. “Hay mucha gente que se piensa que aquí es llegar y follar. Pero no es así. La principal función que ofrecemos es la de asesoría a estas parejas. Hay noches en las que el sexo no existe. Podemos reunirnos todos y contarnos chistes hasta las cinco de la mañana”. Eso sí, reconocen que el sexo ocupa un papel importante.
La casa consta de tres pisos. La parte superior dispone de varias habitaciones ocupadas por tatamis, un mueble tradicional japonés en forma de tapiz acolchado, sobre el que se suelen practicar deportes enfocados a las artes marciales. En La Luna de Canuit se destina, claro, para otro tipo de esfuerzos físicos. Sobre una de estas colchonetas cuelga desde el techo un arnés negro, conocido como el columpio erótico, en el que las posiciones para el acto sexual aumentan y con ellas “las posibilidades del placer”, explica uno de los socios.
La mazmorra, situada en el sótano de la casa, cuenta con varios juguetes: esposas, látigos y otros elementos para practicar BDSM (bondage, dominación y sadomasoquismo). “‘50 sombras de Grey’ para nosotros es un juego de niños”. ironiza el presidente de la asociación.
Ocho años lleva esta asociación abriendo sus puertas la noche de los sábados para todas aquellas parejas que se atrevan a salirse de lo convencional, no solo socios. En cada fiesta siempre hay alguna pareja novata, que “suele repetir la experiencia”, asegura el vicepresidente, que añade: “Somos muy exigentes con los que llegan nuevos. Queremos mantener un ambiente sano y libre, por ello necesitamos que sean parejas estables, con mucha confianza entre ellos. No admitimos profesionales”.| Sigue leyendo.