Albox es el lugar, el plató natural para rodar una película sobre la corrupción en España, un compendio del Calabuch que Luis García Berlanga encontró a mediados del siglo pasado en Peñíscola y del San Amancio inventado por La Cuadrilla en la década de los noventa para localizar su Matías, juez de línea. Si en este pueblo imaginario de la costa de Galicia se vivía del contrabando, una actividad que era delito sin ser pecado, en aquella localidad mediterránea encontró Berlanga para su comedia costumbrista un elenco de extras que, como el genial Pepe Isbert, solo necesitaban aprender sus frases, sin necesidad de leerse el guión completo, para meterse en la película.
Este pequeño municipio de Almería, que en 2013 no llegaba a 10.500 habitantes, ya sirvió de escenario real para uno de los emplazamientos de la trama de importaciones fraudulentas procedentes de China que fue desmantelada en la llamada operación Juguetes. Y allí, como nos cuenta interviú, se pueden encontrar cuñados, yernos y amigas del poder político… coches de alta gama cuya adquisición no se justifica con los ingresos declarados por sus propietarios, tarjetas vips y viajes con cargo al erario municipal… contratas opacas y suministros públicos cuyo coste se ha disparado de forma sospechosa…
Si el legendario John Ford decía que en sus películas “todo es ficción, pero todo es verdad”, en esta España todo parece ficción, pero todo es verdad, incluso que quien está acusado por la fiscalía de impedir el acceso de la oposición a los expedientes de contratación y facturas del municipio del que es alcalde sea el secretario de Ideas del PSOE de Andalucía.
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Todo parece ficción, pero es verdad
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