
HACE UNOS días, el cielo se abrió sobre Madrid. Y sobre otros lugares de España. Trombas de agua inesperadas, anunciadas como tormentas de verano, ocasionaron daños en carreteras, autopistas, casas, restaurantes… En la T-4 del aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid-Barajas (y de los grandes expresos europeos) el agua corría libre, cual canción de Amancio Prada, por pasillos, escaleras, pistas, estación de metro y cercanías, zona comercial y cafeterías… Me comentan, incluso, que esas casas-motel con luces de neón rosa de las autovías también han sufrido inundaciones, sobre todo hacia Burgos y Valencia. ¿Y qué ha pasado políticamente? ¿Se ha pedido la comparecencia de alguna autoridad competente en las materias para que dé explicaciones? No, válgame Dios: los medios de comunicación, la oposición y las “personas normales” (Rajoy dixit) comprenden que no hemos mandado a nuestras infraestructuras a luchar contra los elementos. Pero uno debe andar muy despistado porque cuando eso ocurre con un gobierno socialista y, por ejemplo, la cartera de Fomento la ostenta una mujer, se reclama con urgencia su comparecencia en el Congreso para que explique por qué se han estropeado, es un decir, los picaportes de la T-4. Porque, claro, una cosa es ser ministra socialista, y andaluza, y otra ser ministro de Fomento, y del PP, y de Santander, ¡hasta ahí podíamos llegar! Comparaciones absurdas y fenómenos atmosféricos ideologizados. Es que estos rojos no paran, ¡cachis! | Sigue leyendo.