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El último viaje de Paco de Lucía

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El féretro de Paco de Lucía llegó muy de mañana al aeropuerto de Barajas, y ahí estaban, casi a pie de avión, bajo la lluvia, Luis Cobos, Richy Castellanos y una copa escogida de los parientes del genio, empezando o acabando por Lucía, una de sus hijas. Esto lo hemos visto en los telediarios diversos. Pero la escena es el colofón público de unas difíciles gestiones privadas de muy larga madrugada, en la casa familiar de Mirasierra, donde los ya citados, más Damián Macías, marido de Lucía, y también Malú, sobrina de Paco, montaron una sede telefónica para lograr repatriar pronto al artista, desde Cancún, en México, donde últimamente vivía. Tiraron de directos contactos propios, y de algunos conocidos, en general. Luis Cobos, como presidente de AIE (Entidad de Gestión de Intérpretes y Ejecutantes), y en nombre propio, porque era admirador de Paco, iba haciendo lo que podía, y más. Igual que Richy Castellanos, relaciones públicas, y devoto del guitarrista desde la infancia. Arrimó el hombro Alejandro Sanz, portándose como lo que era: uno más de la familia. Se llegó a llamar a deshoras a Julio Iglesias, y a Paco Arango, entre otros ilustres de vitola, a ver si echaban una mano, o dos, con los trámites del viaje último de Paco de Lucía. Había que traerle pronto, y la mecánica de la repatriación, vía Administración, se demoraba, entre la chapuza y el papeleo, o las dos cosas. Finalmente, fue el empresario José Hidalgo, presidente de Globalia, quien facilitó que un mismo vuelo urgente de Air Europa incluyera el féretro del artista más cuatro billetes para los familiares de allá, con su última esposa, Gabriela, al frente.
 

La salida del aeropuerto, y la posterior llegada al tanatorio, tuvo rachas de dificultades un tanto surrealistas, pero comprensibles, porque la repatriación, ya digo, fue forzada a brazo de familia, sin ayuda de instituciones, ni tampoco de la SGAE, que asomó al día siguiente. “Si dejamos el viaje en manos de la Administración, Paco, que murió en miércoles, llega a Madrid el domingo, con suerte”, me resume quien ha estado en la brega dura. A Paco de Lucía se le pudo velar en el Auditorio Nacional, y no en el Teatro Real, que habría sido lo suyo, en rigor, porque Paco fue el primer artista flamenco que allí tocó, allá por el 75. Pretextaron que tenían el sitio alquilado, y a otra cosa. Menos mal que estábamos hablando de un genio de magia mayor. Luego de las horas preceptivas en Madrid, llegó el féretro de Paco de Lucía a Algeciras, su cuna. Allí todo fue sencillo y sentido. Sin más sobresalto que la emoción sincera. Entre otros, Tomatito o Vicente Amigo aupaban el ataúd. El mismo sobre el que diluviaban las rosas flamencas del pueblo.

Más opinión en la revista en PDF.


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